Un
proyecto memorable en mi carrera profesional fue aquel en el que
participe durante parte de éste, por mi condición de interina:
“Experimentos en Educación Infantil”. Mis compañeras de
infantil querían que la experimentación no pasase de ser un juego
divertido o algo “mágico” , no querían caer en un mero
activismo, llegando a conclusiones, a la creación real del
conocimiento, que es el objetivo final de la reflexión científica.
Llevamos
a cabo una serie de experimentos que dinamizaban las actividades
cotidianas convirtiéndose en estrategias metodológicas muy
motivadoras para el alumnado.
Para
cada experimento seguíamos una especie de normas como ensayar el
experimento antes de hacerlo con los alumnos/as, motivarlos siempre
antes enlazándolo con temas que hayan despertado su interés, dejar
que los niños y niñas manipulen libremente los materiales del
experimento siempre que sea posible, estimular la observación, la
manipulación, el estableciendo de hipótesis, el análisis y la
reflexión para acercar a los niños al pensamiento científico, …
Los
experimentos que realizamos fueron muy gratificantes porque los niños
y niñas respondieron de forma entusiasta e interesada. No solo
participaban como se lo proponíamos sino que demandaban nuevos
experimentos.
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